El expresidente Donald Trump prometió fortalecer la industria siderúrgica estadounidense durante su primer mandato, y con la firma del T-MEC en 2020, aseguró que el nuevo acuerdo comercial impulsaría la inversión en su país. Para ello, incluyó una cláusula que exige que al menos el 70% del acero y aluminio utilizados en la industria automotriz provenga de Norteamérica. Sin embargo, lejos de fortalecer a Estados Unidos, la medida favoreció a México y Canadá, que captaron gran parte de las inversiones.
Ante este escenario, la administración de Trump decidió reactivar los aranceles como una estrategia para corregir el rumbo. Su gobierno restableció un impuesto del 25% a las importaciones de acero y elevó al mismo porcentaje el gravamen sobre el aluminio.
Para México, esta decisión representa un reto significativo. La imposición de aranceles podría afectar el atractivo del país para futuras inversiones, especialmente en sectores que dependen de la exportación de metales a Estados Unidos. Empresas con planes de expansión podrían reconsiderar sus estrategias si las tarifas ponen en riesgo su competitividad en el mercado estadounidense.
Con estos cambios, el panorama del comercio en América del Norte se torna incierto, y México deberá evaluar nuevas estrategias para mantener su posición como un actor clave en la industria automotriz y siderúrgica regional.